viernes, mayo 20, 2005

De Supercable a Auna

El cable es el sistema de telecomunicaciones que, por medio de la fibra óptica, nos trae la televisión, el teléfono e Internet en banda ancha. La implantación tardía en España de esta tecnología ha terminado favoreciéndola. Y es que España, gracias a ello, se encuentra a la cabeza en la implantación de fibra óptica.
No existe una única empresa encargada de ofrecer todos estos servicios (posibilidad de dos redes en una misma demarcación). Son muchas las que se han querido incorporar al, relativamente, reciente negocio del cable. Telefónica, que en un principio pareció querer apostar por esta rama tecnológica, ha dejado sus aspiraciones a un lado para centrarse, únicamente en la tecnología ADSL.
Dentro de Andalucía, Supercable se erigió hace unos años como la gran operadora de cable. Procono, una empresa cordobesa, fue una de las que tomó parte en los inicios de Supercable, haciéndose con el 11%. Endesa y varias cajas andaluzas habían fundado Supercable en 1998.
Desde entonces ha llovido mucho. Supercable ahora ha pasado a formar parte del holding Auna. El grupo Supercable está formado por tres sociedades: Supercable Sevilla SA, Supercable Andalucía SA y Supercable Almería de Telecomunicaciones SA, que se reparten toda Andalucía, a excepción de Cádiz y Huelva. El accionariado es básicamente andaluz, con la presencia de Sevillana (Grupo Endesa) y las Cajas de Ahorros andaluzas: Unicaja, El Monte, La General de Granada, San Fernando y la Provincial de Jaén. Cada cual aporta su experiencia, las Cajas en el sector financiero y el Grupo Endesa, como socio industrial y tecnológico.
Supercable recibe la competencia de ONO, un proveedor de cable que opera en Huelva y Cádiz (y en más lugares fuera del territorio andaluz). ONO es en España una de las principales compañías de servicios integrados de comunicaciones por banda ancha para particulares y empresas. Ofrece teléfono, televisión e Internet a particulares en la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Región de Murcia, Cantabria, Mallorca, Huelva y Cádiz. Con su red propia de cobertura nacional, ONO presta también servicios de voz y datos a empresas en todo el territorio español. ONO ha sobrepasado la cifra de 830.000 clientes y cuenta con cerca de 2.900.000 hogares preparados para recibir sus servicios de comunicaciones. En Andalucía supone una competencia bastante real. Aunque la sombra de la fusión planea sobre ellos. Sobre ellos y sobre la mayoría de las empresas en cualquiera que sea el campo. Es que el monopolio es lo que tiene.

viernes, mayo 13, 2005

El arte de clasificar

Desde que yo recuerdo, elaborar listas milagrosas ha sido una prioridad en la especie humana. En ellas parecen esconderse verdades absolutas sin las cuales no se podría subsistir. La persistente manía de la enumeración es algo que parece innato en la especie humana. ¿Quién realizó la primera lista y con qué finalidad? Nadie lo sabe. Pero lo que sí es cierto es que causó sensación. Desde entonces vivimos en una era donde clasificar es la tendencia dominante. Existen infinitas pautas para una misma materia. Es lo que tiene la sabiduría humana, que de un tiempo a esta parte apuesta siempre por encontrar diferentes ángulos de una misma visión. La globalización nos acerca todas esas variantes de lo mismo, pero igualmente nos hace darnos cuenta de que es imposible establecer, dogmáticamente, un paradigma sobre algún aspecto de nuestras vidas. Es lo que tiene eso que llaman “dictadura del relativismo”, que se ha descubierto que las afirmaciones tajantes son demasiado vulnerables al paso del tiempo. Verdades absolutas que hoy rigen nuestros actos pueden derrumbarse en un segundo. La post-modernidad reveló un mundo en el que nada es eterno, todo tiene su momento. El arte es la expresión humana que verifica mejor estos límites de la racionalidad humana: lo más absurdo para unos puede ser lo más expresivo para otros. Las clasificaciones, las pautas, las listas, han comenzado a tambalearse. ¿Hasta dónde podemos tomar en serio una enumeración determinada? Sin duda, el prestigio del autor que la firme dotará de calidad a las lista en sí. Las coincidencias entre estudiosos de la materia parecerá que verifican la certeza de ella… ¿Será entonces cuando podamos estar seguros de que estamos siendo guiados por la enseñanza correcta?
Escribir en internet, como cada campo, tiene innumerables reglas y consejos que se desprenden, en su mayoría, de estudios con carácter científico que nos revelan cuáles son los modos más oportunos para ello. Mandamientos o bienaventuranzas que recogen un ideario que uniformiza el estilo, al tiempo que merma la agudeza de quienes practican esta escritura. Y es que las listas tienen eso, que engloban principios, pero al mismo tiempo, y sin intención de ello, pueden censurar la imaginativa de sus “creyentes”. No me gustaría ser yo quien pusiera límites a la expresividad ajena. Entre otras cosas porque pienso que, para escribir en web o donde sea, lo único primordial deben ser las ganas de comunicar. Y es que, cuando hay ganas, se nota. Es entonces cuando da gusto leer algo. Cuando los gestos se disfrazan de palabras. Como afirmó Friedrich Nietzsche en sus personales mandamientos del buen escribir, “la riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos”.


A pesar de lo dicho, es de facilidad abrumadora encontrar listados con pautas muy razonables, que derraman formas y aspectos de la escritura cibernética. Siempre es bueno tenerlas presente a modo de referencia pero, a mi modo de ver, nunca como guía espiritual. Es cierto que hay diferencias entre un escrito dirigido a la prensa escrita que otro destinado a la digital, pero las modificaciones exigidas jamás deben viajar hasta el extremo de coartar al escritor. El estilo propio es el atractivo más importante y del que más depende el propio escritor. Además, la honestidad y el compromiso son las mejores cualidades que se pueden esgrimir. Como dijo Gabriel García Márquez, “lo primero al escribir en internet, es saber escribir”.

viernes, mayo 06, 2005

Internet, ¿privilegio de algunos o derecho de todos?

De un tiempo a esta parte las ediciones digitales de la mayoría de los periódicos impresos han hecho su aparición. Algunas son de pago, otras aún nos muestran la inmensa mayoría de sus contenidos sin previa compensación económica. Fue El País el primer diario español que continuó esta tendencia en alza. Una opción muy respetable ya que, si los lectores habituales han de pagar por la información, ¿por qué no iban a hacerlo los lectores digitales? Semejante corriente supone una apertura hacia nuevas vistas, una diversificación. El diario ya no depende únicamente de la publicidad, han surgido nuevas formas de ingresos que complementan y hacen posible el ascenso tecnológico que este fenómeno supone. Pero, ¿hasta qué punto es respetable esta opción?
La llegada de Internet abría una ventana de esperanza en un mundo materialista. La información se ponía al alcance de todos, era un medio hecho por y para la igualdad. Lo que se colgaba en la red pertenecía a la humanidad. Ahora, con la presencia de las webs de pago, empieza a destilarse un tufillo elitista que nos aleja de la generosidad que irradiaba el proyecto. Afamados periódicos empiezan a restringir, previo pago, ciertas páginas en sus ediciones digitales, convirtiendo su información en información para unos pocos. Tanto es así, que se habla de categorías dentro del entorno de la Red:“Internet de 1ª” e “Internet de 2ª”. También es cierto, que la igualdad de oportunidades es muy difícil de conseguir, pues ya existen al menos dos vías para acceder a la información de la red: la vía lenta más barata y la vía rápida más cara, pero lentamente o con mayor rapidez se llegaba a la información. Si se mira desde la perspectiva de las empresas multimedia, es lícito que quieran rentabilizar sus productos a través de este medio, porque es un medio que atrae, que es visitado diariamente por millones de internautas, pero, ¿y el valor cultural? ¿Acaso Internet no forma parte del conocimiento humano? ¿Se debe limitar el acceso a la cultura en función del poder adquisitivo del usuario? ¿No resulta paradójico que habiendo encontrado un medio tan universal lo acotemos? Mientras los mercaderes de la comunicación sigan dando prioridad a los intereses financieros, lo que era una auténtica revolución tecnológica e informativa de masas puede convertirse en un artículo de lujo y como tal, en minoritario.