viernes, febrero 25, 2005

¿Más es menos?

Vivimos en la era de la comunicación. La información se ha convertido en todo un bien material que se codicia hasta el extremo. Las primerizas funciones del periodismo han quedado relegadas a un plano mucho más secundario. Ya no importa tanto esa función de mantener informada a toda una opinión pública. Ahora la comunicación ya no ostenta esa calidad de cuarto poder, se ha erigido como el primer poder. Quien posee la información, posee el control. Y es ése, y sólo ése, el máximo al que se aspira por doquier. En la actualidad, el papel que cada persona llega a desempeñar en las estructuras sociales de la sociedad de la información viene determinado plenamente por la relación que éste mantiene con los flujos informativos.

En este nuevo contexto que acoge a la nueva era, la figura del periodista se ha visto modificada. Las redacciones han variado su estructura, y de una especialización originaria se ha pasado a la necesidad de un conocimiento total sobre cualquier ámbito. El nuevo profesional que se demanda ha de cumplir una característica básica: desenvolverse perfectamente en todos los perímetros posibles. Este abandono de la especialización ha provocado la ausencia de muchos personajes inherentes, desde antaño, a esta profesión. Ello, como es obvio, ha conllevado que se necesite mucho menos personal para dar vida a un diario. Las nuevas tecnologías han tenido un protagonismo innegable en este cambio. Con ellas, sin duda, se ha simplificado el trabajo, se ha facilitado la labor. Pero paradójicamente, al mismo tiempo, se le han puesto mil barreras a un profesional que, ahora más que nunca, tiene que luchar con creces por hacerse con un puesto de trabajo.

Los nuevos acontecimientos tecnológicos han propiciado la desaparición del espacio físico como soporte para la difusión informativa. El concepto material de información, derivado de su medio inicial, ha caído en la obsolescencia. No ha sido abolida plenamente la utilización del papel como soporte para esta transmisión de conocimientos y de actualidad pero, sin duda alguna, los cambios constantes en tecnología han dado pie a nuevas formas de presentar esa información. El auge de internet evidencia de manera clara esta transformación. El espacio para insertar datos ha dejado de ser un problema, se han abierto enormes posibilidades de poner grandes documentos en línea y de hacerlo, a demás, de forma numerosa, como jamás ha sucedido en prensa. No obstante, como en todo, surgen las contradicciones ante un fenómeno, en teoría, positivo. Y es que el acelerado ritmo de vida con el que ha de enfrentarse el lector, le impide tener un tiempo de recogimiento para esa lectura extensa y pormenorizada que se anhelaría. Además, la ubicación de esta información en el nuevo medio telemático exige una selección compleja. De igual modo, la numerosidad de enlaces provoca finalmente una desinformación extraña. Y es que vuelve a ser paradójico que estando en la era en la que más información se nos presenta, más difícil sea su acceso. Esta saturación informativa propiciada por la superabundancia de datos sin una selección atenta da lugar a esta situación de desinformación. La primacía de la rapidez, de al instantaneidad, está olvidando conceptos como el de calidad. Las generalizaciones, en todos los casos, son malas, y por ello no se puede, en ninguno de los casos, afirmar que las nuevas tecnologías, como internet, estén causando un descenso de la calidad en su totalidad. Pero lo cierto es que sí contribuyen.

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El periodista de la era de internet