domingo, febrero 12, 2006

La vida es un rato

Todas mis clases de derecho de la universidad versaron acerca de la confluencia de derechos que en tantas ocasiones tiene lugar en este mundo. Nuestro cometido en aquellas lecciones era descubrir qué derecho fundamental era el que primaba en cada caso. Resultaba divertido leer sentencias y divagar acerca de las resoluciones de los jueces y de lo que nosotros, en su lugar, podríamos haber decidido. Creo que pensé que parecía relativamente fácil. Ya no puedo opinar de la misma manera. Las famosas viñetas que han dado la vuelta al mundo en una oleada de violencia y odio así me lo han demostrado. ¿Libertad de expresión o sensibilidad? ¿Represión o cultura de occidente?
Por un momento odié a ese diario danés, y también a todos sus seguidores. No entendía los motivos de esa necesidad de evidenciar nuestra libertad de expresión. Al mismo tiempo no podía evitar sentirme orgullosa de que muchos diarios españoles hubieran seguido el ejemplo de publicar las caricaturas a forma de rebelión, no dejando que el miedo los amordazara. El mismo terror que muchos han demostrado criticando esas demostraciones de democracia que la prensa ha tenido el valor de hacer. Temen otro 11-M, y no es una pura hipótesis. Muchos foros de esa aldea global que es Internet así lo han corroborado. Tras toda la sarta de información absurda que ha brotado estos días de todos los medios de comunicación del mundo sigo sin saber cuál es la postura correcta. Dicen algunos psicólogos que Occidente está acostumbrado a reírse de la religión. Es posible. También lo es que Oriente no tiene en la misma consideración sus creencias espirituales. Determinar quién tiene razón o no es, además de una absurdez, algo innecesario en una época en la que la relatividad de puntos de vistas domina. En un tiempo en el que un incidente localista puede derivar en oleadas de locura como las que, a diario, hemos de presenciar sin ningún tipo de anestesia. Todo el vello de mi cuerpo se eriza al tener que contemplar, impasible, cómo un simple pensamiento en forma de viñeta pasa a ser una bomba atómica por el mero hecho de salir en un medio de masas. Alguien debería decirle a toda esta gente empeñada en perpetuar sus opiniones a costa de lo que sea, que la vida es un rato. Sólo eso. Quizás así empiecen a pensar en prioridades, en formas de vida que primen sobre otras, tanto en Oriente como en Occidente. A los que quieren despertar la ofuscación y el dolor ajeno y a los que necesitan cualquier mínimo gesto para actuar, recuerden que la vida es un ratito. Y a Zapatero decirle que su alianza de civilizaciones es algo más que una utopía, una sandez absoluta por mucho que quisiera que no fuera así. En la actualidad ese ideario no tiene cabida, pueden promoverse modos de convivencia con hechos concretos y propuestas dignas, pero no con meros pensamientos de paz y prosperidad. Como ésos que todos hemos tenido en algún momento de nuestra existencia en que todavía no éramos conscientes del escenario en el que nos desenvolvíamos. Porque Zapatero, la vida es un rato, pero un rato cargado hasta el extremo de realidad.