miércoles, abril 27, 2005

Herencias literarias para un periodismo diferente

Periodismo y literatura, ¿historia de una simbiosis?
Cuando el diario digital nació, se abrió una brecha entre el periodismo escrito convencional y una nueva forma de transmitir información que recién aparecía. Los géneros se abrían a nuevas posibilidades. Y esas mismas pericias que la técnica traía obligaban a un replanteamiento de los géneros periodísticos.
El eterno enfrentamiento que batallan la literatura y el periodismo (en cualquiera de sus variantes), ha sido siempre un debate que acerca al tiempo que aleja. Y es que las hibridaciones genéricas desdibujan cada vez más las fronteras entre ambos campos, y la disyunción tajante y absoluta entre estas dos disciplinas de estudio se torna compleja. Martínez Albertos define los géneros periodísticos como “diferentes modalidades de creación literaria, destinadas a ser difundidas en los medios de comunicación”.
Son muchos los literatos que coinciden en afirmar que el periodismo es un ejercicio de estilo que agiliza los escritos de quienes lo practican. Además, da una perspectiva global que es fundamental para una literatura contextualizada y lograda, buscada y representadora de momentos históricos concretos. Periodismo y Literatura son dos actividades que caminan paralelas, cogidas de la mano, como en un matrimonio obsceno e interesado, y que por ello están condenadas a entenderse. El periodismo lleva intrínseca una característica que jamás debe olvidarse, y ésa es la de satisfacer informativamente a una sociedad que vive, realmente, en una tranquila y, en el fondo conocida, inopia. El informador tiene ante sí un arma pendenciera. Su condición moral es determinante en todo el proceso informativo. Éste se encuentra en una posición de salvaguardia de la opinión pública que lo coloca en un “infra-mundo” donde su conocimiento de la cruda realidad es muy superior al del resto de esas personas que viven en la inopia. Convivir con esos conocimientos se vuelve existencialmente difícil. Una de las salidas a ese malestar es la literatura. Decía Mario Vargas Llosa que "la buena literatura, a la vez que apacigua momentáneamente la insatisfacción humana, la incrementa, y que, desarrollando una sensibilidad crítica, inconformista ante la vida, hace a los seres humanos más aptos para la infelicidad".
Los géneros periodísticos han nacido, simplemente, para dar forma a la realidad, para conformar, de una manera u otra, una información determinada.Surgieron a modo de técnica de trabajo, no con expectativas iniciales que rozaran la filología o la literatura. Pero como todo, sus parámetros no son eternos. Y si evolucionan los soportes, lo exigido y obligado es que los propios géneros evolucionen a la par que los medios y los lectores. Lo mismo le ha ocurrido a la literatura con el periodismo. De una unión casi total se ha huído hacia una desvinculación antinatural. Y es que olvidar los orígenes es absurdo para un conocimiento pleno del periodismo. Muchos fueron los intelectuales que acudieron a las páginas de los diarios en busca de un lugar donde dar rienda suelta a su inspiración y creatividad. Las causas no fueron una vocación desmesurada. Fue una cuestión de necesidad. Pero ya demasiados años han pasado desde que escribir literatura en los periódicos tuviera que ver con el hambre y la necesidad. Todavía hoy la literatura sigue vigente en las páginas de los diarios. Todavía hoy el público se deleita en exceso con las aportaciones de genialidad que la literatura aporta a la supuesta objetividad de los diarios. Los géneros que dan cabidad a estos mestizajes periodísticos-literario no parece que, de momento, vayan a emigrar. Y, desde mi personal óptica, eso es lo más importante. Las maravillas de la tecnología bienvenidas sean todas, pero que la literatura no caiga en un olvido inconcebible.
------------------------------------------------------------------------------