domingo, mayo 14, 2006

El mundo al revés

Siempre pensé que el cambio de realidades a golpe de ley que trajo consigo la posibilidad de matrimonios entre personas del mismo sexo, traería algo más de cola. Con ese pensamiento, jamás pretendí un posicionamiento en contra de esa nueva adquisición de derechos que conlleva la unión legal. Simplemente pensé, y fui muy criticada por ello, que la realidad, a veces por gracia y otras por desgracia, no se cambia con una firma en un papel. De hecho, tal fue el morbo que generó, y las disputas que implicó tanto en política como el resto de la sociedad, que recuerdo un verano cargado de portadas con cada una de las bodas homosexuales que se sucedieron.
Ahora son los transexuales los que recientemente han tomado algo de protagonismo al amenazar con una huelga de hambre si el gobierno socialista no cumplía con su promesa de hacer efectivo el cambio de sexo sin operación. Su alegato no es otro que la incomodidad, cierta, que supone tener que enseñar un carné donde, aparte de no aparecer físicamente tal como son en la actualidad, no se representa su nueva condición. Todo parecía relativamente normal hasta que, a pesar de conseguir ese objetivo, comenzaron a surgir las sandeces…
Fue entonces cuando tuve que leer locuras como que un médico comparara la operación de cáncer de mama con la de cambio de sexo. Todo para decir que si la primera era pagada por la sanidad pública, con la segunda tendría que hacerse igual. Tras este insensato reportaje, pude leer también la sobrecogedora carta de una mujer que había padecido, y sufrirá toda su vida el miedo a volver a tenerlo, un cáncer de mama. No entendía como una persona, con unos estudios tan dignos como los de medicina, podía poner en la misma balanza una enfermedad que amenazaba con acabar con su vida, con un deseo sin consecuencias tan devastadoras como es un cambio de sexo. Supongo que no lo comprendía porque era consciente de que ella sí era una persona enferma, una mujer que tendrá que luchar toda su vida sin concederse flaquezas. En cambio ellos, los transexuales, no son enfermos. Igual que no lo son los homosexuales, y tantas críticas por ello han recibido desde antaño médicos y católicos empedernidos. Aún así, necesitan un informe psicológico y psiquiátrico para poder proceder a ese ‘cambio social de sexo’, que no implica el genital. Además de un control (que se baraja que será de alrededor de 18 meses) conviviendo con el nuevo sexo.
A mi no me preocupa que se cambien las realidades. Muchas se han quedado obsoletas con el paso de los años y necesitan con urgencia una remodelación acorde con nuestros tiempos. Lo que sí me asusta son las radicalizaciones que, cada vez más a menudo, tenemos que soportar. Demasiadas veces de la mano de quienes más imposiciones han soportado, aparecen las obcecaciones más aberrantes. Eso sí que es triste, que la tolerancia sin tratamiento traiga más intolerancia. Menudo mundo al revés. Los transexuales primero deberían centrar su atención en ese cambio de sexo social que implica una transformación tanto para ellos, como para el mundo que les rodea. El cambio de sexo biológico, elevadamente costoso, entiendo que esté entre sus prioridades, pero no deben olvidarse de que eso no lleva implícita la comprensión social. Y por supuesto, jamás deben apoyarse en enfermedades para conseguir sus dignos objetivos, aunque a veces cueste porque éstos sean una vida mejor a la que tienen todo el derecho del mundo. Espero que semejante locura sea sólo la idea absurda de un médico que ha olvidado lo que es la reflexión.

1 Comments:

At 8:12 a.m., Anonymous Anónimo said...

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