martes, agosto 01, 2006

EL calor todo lo aturde

Supongo que a estas alturas ya están cansados de los artículos típicos del verano. Imagino que están inundados de absurdas banalidades convertidas en noticias, que se han hastiado no del calor sólo, sino sobre todo de las ironías acerca de los veranos, de las recomendaciones repetidas cada año de Sanidad y, por supuesto, de las miles de insignificancias protagonizadas por nuestros queridos políticos, que aún por vacaciones, siguen cumpliendo con su papel de monigotes, y así, entreteniéndonos.
Lo cierto es que yo también comienzo a aburrirme demasiado al leer que Zapatero se ‘atrevió’ a usar el pañuelo palestino, favoreciendo una ‘crisis internacional’ mientras Gallardón, en plan disidente de partido, oficiaba una boda homosexual. Incluso me provoca náuseas leer que la ONG suiza que se encargará de mediar entre nuestro gobierno y ETA ha decidido que el idioma que se usará será el español... ¿Es que había otra posibilidad de entendimiento claro? Así, se me quitan las ganas de leer diarios, y me inclinó por dejarme llevar por la literatura. Y me da rabia, mucha, porque es en estos días en los que se tiene tiempo para desayunar con el diario en la mano, para dar largos paseos por la playa y escuchar buena música. Pero entre el cambio climático y el adormecimiento al que nos someten, ya cada vez quedan menos de esos dulces instantes. Lo más reconfortante de estos días es la gran cantidad de reportajes acerca de ciudades soñadas, paraísos donde nos gustaría pasar alguna de nuestras estancias vacacionales...
Y una puede evadirse mentalmente y recorrer calles de otras urbes... Así, recuerdo todo lo que soñé con Roma mucho antes de conocerla, y ahora que leo sobre ella en ciertas páginas grisáceas de diarios, no puedo menos que sentir la melancolía de la distancia... Pero también siento otra tristeza tibia por ciudades que sólo las palabras de otros viajeros, muchas veces en forma de libros, han traído hasta mí... Pero mientras releo que Goethe tuvo mucho que ver en el deseo de Roma de muchas gentes, paso la página, y veo que Zapatero vuelve a La Mareta este verano, pero que además de su familia se lleva a un sinfín de cocineros... Y ello se convierte en un desprecio, y en una actitud de ‘nuevo rico’ de este señor que nos gobierna... Y sólo puedo sentir, mientras yo también paso algunos días en Lanzarote, un deseo inexorable por volver a encontrarme sumida en la placentera sensación que me cobijaba aquellos primeros días de mi estancia romana... Sin información, con belleza pululando por cada recodo, y con la música a cuestas que llevábamos...
Algún tiempo después comenzamos a dejar que la información llegara a nuestras mentes: la necesitábamos, que es lo más triste. Pero aquellos días extraños e inolvidables fueron, sin lugar a dudas, un paraíso y un descanso para el ajetreo indiscriminado al que nos someten sin pudor. Una enajenación que llega a su punto álgido cuando nos alcanza el calor veraniego, cuando a muchos nos gustaría dejar de pensar... Pero entonces te das cuenta, también tristemente, de que ya no puedes desvincularte de esa necesidad de contextualizar tu mundo con las noticias, aunque éstas sean absurdas, repetidas y extenuantes.