domingo, agosto 13, 2006

Rutinas y decepciones

Un gallego, de esos a los que el roce de las lágrimas por el rostro les causa un dolor indiscriminado, decía estos días que “incendios hay todos los veranos en Galicia, el problema es que se apagan, y este año, no”. Tal vez era una de esas personas que en imágenes televisivas protagonizó una tragicomedia al más puro estilo de Woody Allen. Y es que puede que fuera él uno de esos personajes anónimos que, apostado en su casa con grandes barreños de agua, aguardaba la llegada destructiva del fuego a las entrañas del hogar que, con tanto sudor, había conseguido levantar.
Mientras, el eco de fondo apenas lo alcanzaba. Imágenes desvirtuadas, noticias con intención de ser flagrantes, lo acosaban sin descanso. El fuego continuaba su erosión masiva, mientras el gobierno hablaba de ‘una trama popular’ llena de incendiarios y de especulación inmobiliaria. El humo hacía difícil la respiración, ayudado de la sarnienta lucha política de la que nuestro país puede hacer gala.
Cuando todo esto sucedía, tú y yo observábamos el estrambótico entramado sentados frente al televisor y hojeando los diarios en nuestras rutinas vespertinas. Justo en esos instantes, muchos niños repetían otras rutinas, pero de adiestramiento militar. Su futuro inmediato no era otro que el de servir como soldados en las milicias de Hezbolá, esa organización terrorista con la que el lingüista y filósofo Noam Chomsky, paradójicamente, se reunió. Parece que, de un tiempo a esta parte, los grupos de liberación nacional (recuérdese Aznar y su peculiar don para conformar nuevos conceptos) o bandas terroristas, tienen una agenda de lo más apretada. Miles de citas pululan por su calendario, mientras luego los medios se encargan de vendernos vírgenes encuentros y de sepultar todos los desencuentros anteriores.
En alguno de esos instantes, Zapatero había comprendido que su obligación era abandonar momentáneamente La Mareta y trasladarse a esa Galicia ‘quemada’. Así, pudimos escuchar sus ritual de condolencias, y como no, de reconocimiento hacia todos aquellos ‘sufridos’ que tuvieron que actuar como héroes anónimos de sus propias vidas. Mientras, una amenaza terrorista colapsaba parte del cielo. Así y todo, las estadísticas dicen que la gente, a pesar de los explosivos líquidos y las huelgas múltiples, no tiene pánico, ni siquiera miedo, a volar. Y entonces es cuando te preguntas cómo iban a tenerlo, si ya nos hemos acostumbrado a vivir en una vorágine constante de alerta máxima. Pero, al menos yo, no puedo menos que estremecerme con cada una de las bombas que me van lanzando.
En esos momentos escucho de fondo a Fito Páez cantando “Están partiendo el mundo por la mitad, están quemándose las velas..están usándome, están riéndose y mi canción es un antídoto liviano”. Son eternos segundos en los que me doy cuenta de cómo este universo nuestro nos decepciona cada día, apoyándose sin reparo en nuestras ingenuidades, devolviéndonos paulatinamente, a una realidad que nos negamos a aceptar en un instinto de supervivencia pura.