domingo, agosto 20, 2006

Tristeza de amor

Los recuerdos que guardo de Pontevedra no son demasiados. Apenas una extensa plaza, una decena de tiendas de discos y un extraño videoclub que reservaba una sección a una colección escueta de música. Tenía catorce años y el colegio, en una primera escapada sin progenitores, nos había llevado a un pueblo desde el que la Isla de la Toja se veía con demasiada nitidez. Varias excursiones nos alejaron de aquel recodo gallego. En una de esas ocasiones arribamos a Pontevedra. Sólo durante una tarde. Una corta tarde que estos días ha llegado a mi memoria sin querer, por el triste azar de una muerte.
Esa ciudad de la que guardo imágenes vagas me resultó manejable. Quedan en mí algunas sensaciones tenues, como el fresco que bañaba la ciudad o las nubes que la hacían opaca a pesar de que junio ya amagara con llegar a su fin.
Caminé mucho más que en Vigo o en Santiago. Y no fue el interés cultural o turístico lo que me impulsó, sino la consecución de un regalo. Buscaba un disco para uno de esos progenitores de los que me había alejado en ese primer viaje a solas de mi vida. Muchos dependientes se encargaron de darme las necesarias negativas cuando preguntaba por mi objetivo. El tiempo se agotaba y yo seguía sin él. Entonces, la vi. Una tienda a la que entré, sin ninguna aspiración, pero con el deber de no dejar a la duda suelta. Me pareció impensable que allí pudiera hallarlo. Con el no ya por delante, dije su nombre. Casi doy las gracias sin escuchar un ‘sí’ tranquilo de mi interlocutor. Allí estaba, el disco que tanto había buscado, en medio de un videoclub-tienda de música.
Entonces no sabía por quién preguntaba. Conocía el nombre y el título del album. Estaba acostumbrada a regalar música que desconocía. El tiempo me reveló que ese hombre por el que tanto pregunté, pertenecía a ese selecto grupo de cantautores que, como Luis Pastor, sufrió los efectos colaterales de la movida. Quizás fue por ello, o tal vez no, pero lo cierto es que pocas personas, desde mi perspectiva, saben que él no fue sólo el autor de una de las canciones de mi infancia, David el Gnomo, o de Tristeza de amor. Fue un estandarte de la música de autor, un músico muy prolífico, que terminaba de morir el miércoles, sólo, en su casa madrileña con apenas 58 años.
Estos días, tras su fallecimiento, ha sonado en mi casa justo ese disco. No sé si pretendíamos homenajearlo al escucharlo, pero lo cierto es que me ha entrado una rabia incomprensible. Me he enfadado por no haberlo escuchado en mucho tiempo. Como si ahora ya esa música sólo fuera un extraño eco de su voz, y no llegara en plenitud porque él se había ido ya. El mismo día que Elvis.. ¿casualidad o premeditación? ¿Acaso importa?
Tristeza de amor, un juego cruel, jugando a ganar, has vuelto a perder…Qué actual se vuelve su canción, ésa que aunque sea viendo la serie del mismo nombre, tantos corearon. Quién me iba a decir que sólo una semana después de hacer mi personal valoración acerca de las necrológicas, me encontraría casi haciendo una tuya. Hasta la vista Hilario.