domingo, junio 25, 2006

Objetivos con formas

Con el tiempo me he dado cuenta de que una de las cosas que más me aterran es tomar decisiones. He llegado a un punto en que temo tanto los estadios de arrepentimiento, que elegir/excluir me resulta extremadamente doloroso. Por eso, lo evito siempre que puedo, aún siendo consciente de que una vida corriente está repleta de estos instantes, con lo cual debe lograrse una convivencia digna.

Así, cada día mis luchas tienen que ver con estos segundos en los que un sí o un no son cruciales para algo. En ellas, he llegado a la conclusión ‘tremendista’ de que jamás podría dedicarme a la política profesional. Me sentiría incapaz de tomar las riendas de un país, de definir las directrices de un pueblo… El miedo a equivocarme sería de tales magnitudes que me haría imposible optar por una senda sin sombras. Quizás por este motivo siempre he intentado ver la política desde lejos, intentando no perder la perspectiva de lo que significa.

Puede que al final la haya extraviado en algún lugar… Es lo más probable, porque ya ni siquiera atino a definir las ideologías más generales, las más tradicionales. Siempre pensé que era de izquierdas, y ahora ya no lo sé… ¿Acaso existe diferencia con la derecha? (Al menos en mi país, no lo sé). Lo peor de semejante afirmación es que, sólo con formularla, mucha gente pensará que soy de derechas. Antes eso me preocupaba, pero ahora me he dado cuenta de que esos aires acusadores de quienes ni se cuestionan sus sentimientos políticos son más peligrosos que la duda. Yo sólo estoy desencantada, sólo quiero fines que lleven a sus espaldas unos modos dignos de lograrlos… Porque ya no me importan tanto los resultados, si a su paso lo que se fomenta es intolerancia. Este cultivo indiscriminado de tozudez me parece mucho más contaminante que la espera para conseguir ciertas metas.

Seguramente en esta explicación la claridad haya brillado por su ausencia. Una vez más estoy arremetiendo contra Zapatero. Sí, pero porque estos cuatro años le ha tocado a él llevar la batuta. Y porque es él quien se ha empeñado en dibujar su sociedad a golpe de ley. Cada vez que veo cómo formula una de sus nuevas normas transgresoras o transformadoras de realidad (como quieran llamarse) me asusta. No entiendo de donde saca esa valentía disfrazada de ingenuidad que le lleva a olvidar las formas… Sólo con girar la cabeza y mirar hacia atrás pueden verse decenas de cambios profundos, que él varía con una simple firma. En esos instantes, me pregunto si eso es izquierda. Si izquierda es un estado intervencionista como el que este señor, con todo su séquito (sin olvidar la paridad) ha conformado. Yo siempre he pensado en algo más idealista cuando me he definido como alguien de izquierdas.

Y no por decir todo esto quiero que la gente siga muriendo en la carretera, ni apuesto por una sociedad xenófoba y heterosexual por norma, ni soy machista o misógina, ni quiero que el pueblo vasco siga oprimido por el terror, ni disfruto viendo cómo sociedades enteras mueren en su tercer mundo, ni me considero alguien incapaz de escuchar el ‘clamor popular’ de Cataluña, ni pretendo una hegemonía de los fumadores sobre los no-fumadores... Sólo quiero una forma de hacer todo ello sin que la tortilla se nos de la vuelta cuando menos lo pensemos. Modos de lograr realidades, pero siempre realidades que conozcamos, que queramos, y no escenarios recreados para nuestro consenso…Pero eso ya es otro asunto, si cabe, más complejo.

jueves, junio 15, 2006

La nueva generación de superhéroes

Nunca le presté demasiada importancia a los cómics. De hecho, jamás me consideré dentro de esa generación que había conseguido revalorizar este tipo de arte. Lo cierto es que siempre me gustó leer, desde pequeña, pero pensé que no necesitaba agarrarme a esas “viñetas coloreadas”. Por ello, durante mucho tiempo no les di la importancia que hoy observo en esta forma de hacer literatura. La obligación me llevó a colarme en las entrañas del salón del Cómic de Tenerife el pasado verano, y allí cambié mis puntos de vista acerca de este arte. Entendí las ansias de cambiar ciertos valores y de inculcar optimismo y utopía de muchos autores. Pero también comprobé que dentro de los cómics había mucho más que superhéroes.
A pesar de ello, he de reconocer que esos personajes, siempre de ficción, que salvaguardaban al mundo de las desgracias más horrendas, siempre me llamaron la atención. Al principio, cuando era más pequeña, los odié. No entendía cómo todos sus lectores podían caer rendidos ante proezas imposibles, sólo recreadas en ámbitos de la fantasía. Con el tiempo, comenzaron a gustarme mucho más. Por ese entonces comenzó el auge de películas de esta índole, y a pesar de no haber sido una lectora empedernida precisamente, sucumbí a la sarta de imágenes siempre fantasiosas. Por fin, había entendido que la ficción era necesaria en la vida, que mi odio profundo no solucionaba nada y, además, mataba en mí la posibilidad de ilusiones. Creo que sólo de esa manera pueden encontrarse en la vida real superhéroes que, aún sabiéndolos ciertamente tiernos e irreales a la vez, pretenden esas transformaciones del mundo que todos hemos soñado en algún momento. La tristeza de todo ello es que, el día que reconocemos en plenitud la imposibilidad de sus acciones, también cae por un abismo toda esa quimera optimista que nos sostiene.
Hace tiempo que no encuentro héroes. Y ya no sé si soy yo la que tiene otros ojos, o es que ya han pasado a ser una especie protegida. Lo único que atisbo a reconocer es que, aunque los tachen de idealistas y absurdos, son necesarios. Si no, miremos un instante los extraños héroes (para algunos, parodias de héroes) que por Latinoamérica comienzan a surgir. En una tierra castigada salen personajes como Hugo Chávez convencido de que ganará su cruzada contra EE.UU. y, ahora, contra el imperio de Hollywood. Desde luego, algo muy tierno, pero que sobrepasa los límites de las utopías factibles. Similar a esa nacionalización de hidrocarburos que Evo Morales, otro personaje de este clan latinoamericano, ha llevado a cabo sin pensar en “efectos colaterales” de este capitalismo nuestro. Mientras, Lula se tiene que disculpar con Ronaldo por haber preguntado acerca de su sobrepeso… Cosa sorprendente, sobre todo porque es la primera vez que, independientemente de mi opinión al respecto, veo una acción de este tipo por parte de un presidente de gobierno… No me imagino algo similar al otro lado del charco.
Quizás porque la nueva generación de superhéroes vive justo en ese lado del océano. Es muy posibles que sus cometidos y sus reivindicaciones sean muy distintas a las que, por norma, asociaríamos a estos seres. Pero aún así, tiene un aire soñador que recuerda que no todo está perdido, que al menos los delirios y las ganas de cambios permanecen vivas. Aunque se tenga que bailar reggaeton en una campaña política (como hizo Alan García) para poder llevar a cabo, más tarde, todas las reformas que se piensan. Todo mientas la cordura de la globalización se ríe sabiéndose ganadora.